Construías tus acordes en el anonimato de una calle de primavera. Componías tus palabras dictadas por los labios de tu propio origen. Inventabas el ingenio entre la risa de un pequeño mundo.
Anónimo, llenabas el paso cansino de paseantes a ninguna parte. Interrumpías el rumbo indefinido de cuerpos casi pasivos. Volvías las miradas hacia un origen inesperado.
Durante unos minutos, fuiste capaz de llevarme hasta tus voces. Fuiste capaz de perderme en esa realidad inexistente, de olvidar mi materia y de quedarme sólo con tus formas etéreas. Durante unos minutos, me perdí, completamente perdido en el ingenio, en la risa de un pequeño mundo.