domingo, 26 de abril de 2009

El final de la película.

No me llegan las lágrimas a los ojos, porque el final de tus cabellos rubios, sólo acaba en una película.
Sin embargo, yo debo seguir arrastrando el peso que me dejo el destino. No puedo permitirme el lujo, de empañar mi vista con mis pesares, ni de cegarme con mis sentimientos.
Morir para nacer, me dices... como si nacer fuera diferente a la muerte. Bendito optimismo que te invade, bendita buena voluntad, bendita creencia. Pero ¿y la verdad?
No me llegan las lágrimas a los ojos, porque siempre me ensañaron a estar callado, siempre premiaron mi ser insensible y sólo la altura de mis brazos tocó otro mundo diferente. Sigo subiendo cada vez más alto para que me vean y me señalen; mientras por dentro, lloro cada mañana por ser tan pequeño, tan pesado, tan deshecho.
Mi momento preferido comienza cuando la luz muere, cuando yo muero encerrado en un sueño inducido por mi voluntad de nada. ¡Qué inmenso placer la nada! Qué inalcanzable, pero qué perfecta.
Qué suplicio pensar que siempre hay más, que continúas eternamente. Qué impotencia pensar, que nadie me preguntó si quería llegar, si quiero pasar. Qué tortura ver, que todo lo que te rodea anula tus deseos mientras impotente; ves pasar el amor, las sonrisas, los besos.
Siento repetirme, siento escribir desde mi pozo, siento que no me leas y que pienses que me falta un no sé qué incomprensible. Por ahora, los finales felices, sólo está al final de tus cabellos rubios, cuando acaba la película.

sábado, 18 de abril de 2009

No lo siento.

Me duelen hasta los pensamientos cuando lluvia anuncia su llegada. Me siento aplastado por el plomo, de una vida que oprime mis movimientos. Me siento abandonado cada mañana, cuando despierto de nuevo aparentemente vivo.
Debes estar cansada de mis tristezas, deben sonarte siempre a la misma canción machacona y pesada, debes odiar mis melancolías y mis torpes movimientos. ¿Lo siento?
Ni siquiera lo siento. El dolor, la opresión, el abandono... han sido capaces de imponerse al resto. Sólo me siento cansado.
Alegría, ilusión, actividad... son palabras vacías y lejanas, palabras perdidas en no sé que tiempo.
No me llegan tus caricias, ni tus sonrisas, ni tus letras que combinas con cariño. No me llegan tus proyentos, tus deseos, tus esperanzas. Finjo a veces escucharte, a veces finjo una sonrisa, a veces actúo en una escena de satisfacción por tus desvelos.
No me extrañaría perderte, no me extrañaría tu cansancio ni que te revelaras a vivir esta no vida larga y constante.
Yo sí quisiera perderme, acabar de estar cansado, reposar para siempre tras la losa traicionera que cargo sobre mis espaldas, sin terminar nunca de sepultarme.
Siento, pero no lo siento.

domingo, 5 de abril de 2009

Circular

Recurrentes y obsesivos saltan los números en mi cabeza buscando una solución circular que siempre acaba comenzando de nuevo.
Hoy son los números, otro día serán tus palabras y quizá otro, el más inútil de mis pensamientos.
Sigo soñando con tus abrazos de amiga y sigo sufriendo en el sueño y en la vigilia. No quiero ser tu amigo ni quiero despertar conociendo mi nada. Sigo clamando a voces seguro de que tú me escuchas para forzar tu respuesta, pero sigo conociendo que no pertenezco a tu mundo, que me perdí un septiembre aciago mientras apasionada rechazabas mi mano enredando en tu pasión a un no yo saqueador de esperanzas.
Vuelvo volviendo al principio de la historia para recrear una y otra vez sueños imposibles y deseos frustrados, comienzo comenzando donde acaba el fin para recrear lo mil veces recreado. Escribo en un papel todos los pasos esperando llegar al último y definitivo guión de este círculo maldito. Pero siempre, de una y otra forma, acabo volviendo al inicio.
Recurrentes y obsesivos saltan los números en mi cabeza buscando una solución circular que siempre acaba comenzando de nuevo, llevándome al principio.