Recuerdo aquellos baños uno cerca del otro. Sin incomodarnos, pero sin llegar a tocarnos más allá de lo imprescindible.
Nos recuerdo durante la noche leyendo poemas de amor, aquellos que a los dos nos gustaban, pero a los que nunca pusimos nombre.
Todo quedó indefinido, diluido, etéreo...
Entre mi sentimiento de inferioridad y tu silencio. Entre mis fantasías y tu dejarte hacer. Entre el tiempo y la distancia.
Pasan los años y hace un siglo que eres para mí unas fotos antiguas. Te mantienes en la eterna juventud aunque a menudo imagino una vida juntos, tus arrugas y mis achaques.
Cuanto más lejos, más te añoro. Más te subo a los altares de rutas que quedaron cerradas y que seguramente, aunque vivamos mil años, nunca volverán a cruzarse.