No sé por qué, duran tan poco los buenos ratos.
No sé por qué, el café me aleja de tus sueños.
No sé, por qué te hablo.
Porque sólo llegarás aquí como consecuencia de un naufragio. Yo también naufragué en estas aguas.
Los martes me levanto más temprano. Desayuno en la terraza, y mientras satisfago mi adicción a la cafeína, veo cuando sales de tu casa.
Son apenas doscientos metros que en primavera o en verano, cuando toda la materia se expande, tus rutinarios movimientos hacia la parada del autobús se suceden en cámara lenta; mientras, yo me recreo en cada uno de ellos y comienzo el martes, el día festivo de la semana.