lunes, 29 de octubre de 2012

TRAIDOR

Te traicioné.
Hace meses abandoné tus cuatro paredes acogedoras en los tiempos difíciles y salté al mundo cargado de una vida que hacía mucho tiempo había dejado de vivir. Como los vecinos que se cambian de casa prometí volver de vez en cuando, yo mismo hacía planes: tal día, a tal hora. Bien sabes que nunca lo hice.
Alguna vez vi tus llamadas perdidas y solo crucé un par de frases en respuestas rápidas: si, quedamos, seguro, claro.
Me traicioné.
ser egoísta en el duelo es hasta compresible, uno pierde el norte. Bueno, el norte y el resto de los puntos cardinales. Pierde el espacio y el tiempo, el sentido de lo necesario y de lo inútil, de lo importante y de lo accesorio. Se convierte en el centro de un agujero negro que se absorbe a sí mismo y a todo lo que le rodea. Pero egoísta también en la vida, olvidando a quien tuvo la vitalidad casi infinita para ser absorbido mientras agarrándote con  fuerza te gritaba ¡aguanta!. Eso no se puede perdonar.
Sin embargo, aquí estás.
Esperando como siempre que me acerque para seguir conversando sobe esto y aquello como si el tiempo no hubiera pasado, como si fuera ayer cuando salí por esa puerta vestido de domingo con mis zapatos relucientes y dispuestos a comerme el mundo.
Me conoces, sabes que soy el mismo egoísta de siempre. Puedo engañar al resto pero tú, con sólo mirarme, ves que mis zapatos están salpicados de barro, que pongo cara de "pasaba por aquí" pero que aunque avergonzado de mí mismo, busco esas cuatro paredes protectoras que otros brujos de conjuros milagrosos no han sido capaces de construir.