Los sueños imponen la inevitable caida de párpados involuntarios.
Trasladan tu yo a un lugar incognoscible, invisitable, indemostrable. Lo trasladan a recónditos lugares camuflados e invisibles, lugares sólo visitables desde la posición más cercana a la muerte.
¿Será lo incoherente, lo imprevisible, lo implaneable; la verdad?
¿Nos llevará la muerte al lugar más cierto?
¿O sólo un yo perdido y engañado será capaz de alcanzar las contradicciones contradictorias?
Los sueños burlan la vigilancia de nuestro valor, recortan por lugares cifrados los miedos que aplastan la realidad. Falsa realidad reconstruida y reconvertida a base de residuos recompuestos por nuestra parte más cobarde.
Laberintos eclécticos de pasado y futuro, de penas y alegrias, de verdad y deseos, de posibles e imposibles. Laberintos intraducibles de imágenes y ruidos, de principios inacabados, de finales sin comienzo, de luces sin sombras; de miedos, de huidas, de recurrentes imágenes ficticias.
¿Estaré yo detrás de tanto cosmos implosivo?