sábado, 3 de agosto de 2013

HOY

Hoy ha pasado el día sin nada digno que contar. 
Hoy ya no existirá nunca. Nunca tendré recuerdos de este día anodino, nunca tendrá historia, nunca quedaremos en él de forma alguna.
¡Qué pena de día!
Dejando pasar el tiempo, esperando a que acabe, quizá mañana sea de verdad la vida.
Monótono, intrascendente, aburrido.
Cansado de esperar a mañana. Como si mañana fuera a caer del cielo un no se qué, una entidad más profunda que el tiempo.

Nadie tiene la culpa. El tiempo está aquí, a mi servicio. Ni monótono, ni intrascendente, ni aburrido.
Mío.
Pero cansado de mi mismo, de esperarme a mañana, lo hago responsable.
No tengo relato: no recuerdo mi comienzo, no voy a ningún sitio, no paso por nada ni por nadie. Nunca quedaré de forma alguna, ni siquiera en mi conciencia.
No puedo dudar de que exista. Una existencia en servicios mínimos.

¿?

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jueves, 1 de agosto de 2013

A ESTAS HORAS.

Sé que no son horas. No son horas para molestarte a mitad de la noche, ni son horas para disculparme de lo que fui hace una eternidad.
No son horas, siempre a destiempo. Pero tenía necesidad.
Me dirás que menuda necesidad después de media vida. Menuda necesidad acordarme de lo ruin que fui. Pero no he necesitado acordarme, cada vez que paso mi memoria sobre lo absolutamente inaceptable recuerdo tu mano, tu risa, tu llave, tu pasión...
No te servirá de consuelo pero desde entonces, llevo pagando la culpa.

Sé que no son horas. No son horas para pedirte que me ames, ni son horas para pedirte que vengas conmigo.
Tenía necesidad de no perderme sin pedirte lo que nunca te pedí. Tenía de necesidad de ser valiente, aunque fuera con treinta años de retraso. No podía esconderme sin haberte dicho nunca que te quiero.
Juegan a mi favor mis complejos y mis miedos, verte junto a mí al mismo tiempo que considerarte inalcanzable, no saber interpretar tus gestos. Pero seguramente pesa más mi cobardía y mi recelo.

Sé que no son horas. No son horas para nada, pasa el tiempo.

jueves, 25 de abril de 2013

VOLUNTAD.

Quisiera dormir pronto, no perder por el camino el cansancio -agónico a ratos- que me sostiene.
Quisiera acostarme, pero perdí tu regazo.
Fue tan débil mi voluntad que míseras insinuaciones de más vida pudieron siempre con mis deseos .
Fue tan débil, que no pudo sostener ni el más recóndito espacio de esperanza. Murió de realidad.
Maldita voluntad, maldito poder ausente que dictaminó mi ahogamiento por verdad.
Que poco vitales son los dictámenes. Se puede morir en la guillotina, fusilado por rebelde,  por no ser un delator. Pero, morir por dictamen...
Por dictamen mueren las leyes, los leguleyos, los cobardes. Ni siquiera el auténtico hombre resucita por dictamen, lo hace por voluntad. Por ese querer de los más humanos. Ese en el que querer y ser se confunden, en el que poder ser y serlo se igualan, en el que todo es aunque ser no sea todo.
Quisiera dormir pronto porque perdí tu regazo, porque perdí mi voluntad para recuperarlo.

domingo, 17 de febrero de 2013

Otro testamento.

Te veo y no te reconozco.
Pasa el tiempo y se que tú me esperas, pero yo casi había olvidado ya tu regazo.
Estamos prácticamente solos. Prácticamente, porque de vez en cuando algún alma perdida pasa por aquí a echarnos un vistazo. Nos gusta, reconozcámoslo.
Nos gustaría incluso que intercalara alguna palabra en nuestros soliloquios, porque al fin y al cabo tú y yo somos una misma palabra aislada, perdida. No existe, nadie la escucha.
Me gustaría ser descubierto. Como en las películas los detectives descubren las infidelidades de los maridos: ¿cómo pudo semejante verborrea atraer los encantos de aquel refugio sublime? se preguntarían estupefactos los descubridores. ¿Cómo pudo alcanzar el refugio si su dislexia no le deja acercarse a la más sencilla frase de afecto?
Nadie sabe de qué es capaz tu ausencia.

Me rindo vencido por la pasiva agresividad de la impotencia. Me rindo ante un no se sabe qué que venció a mi voluntad. Me rindo ante el narciso que se alimenta de falsedades ajenas. Caigo a los pies de innumerables resortes incontrolables que despedazan mis entrañas los días que suplico una vuelta. Me muero sin morirme porque volver es imposible y lo más parecido está podrido de realidad, impuesta. No muero porque ya conocí el suicidio y fue tan largo el proceso que volví, con la cabeza bien alta para no manifestar no sé si el triunfo, la derrota o que olvidé por el camino que de pequeño mi vida ya quedó muerta.

Ni reeler quiero lo que te escribo para que no creas que me construyo para satisfacerte. Perdona los errores, comprende mis obsesiones. Recibe paciente -por favor- mis mantras de agonía... pero es tan larga y despiadada que echo en falta lo imposible para sentirme un poco, un momento, vida.