martes, 21 de julio de 2009

Días de gloria.

Caminar por las palabras de unos u otros no evitan mis pasos, mis pérdidas, las risas de Eva o lo injustificable.
Piensen lo que piensen, soy una imagen de las miserias de todos. Una frustración de muerte que quiere compensar su fracaso, tocando cimas de ascenso mediocre.
Digan lo que digan, se paseen o no por mis circunstancias, sigo durmiendo cada tarde para no ver la luz asesina que entristece a los humillados.
Sigo devorando por no devorarme. Jugando con mil sustancias prohibidas, para no prohibirme.
Sigo vulgar en mi caparazón, elevado a los altares por quién no conoce lo bueno.
Sigo anónimo en lo más profundo de mi teclado, aunque mis palabras impresionen ventanas de casas semiderruidas.
Los días de gloria, no cambian mis párpados dormidos.
Los días de gloria, me hacen seguir siendo el mismo.

1 comentario:

Luisa Arellano dijo...

Ese punto que somos en el infinito, quizás sea inamovible y los éxitos y fracasos sean simplemente el caparazón, la vestimenta que lo recubre algunas veces.

El fondo, por muchas caretas que usemos es indeleble.

Un lujo visitarte.